Hacer jabón con nuestras propias manos y eligiendo ingredientes a nuestro gusto puede resultar una maravillosa experiencia, pero si somos principiantes y nos surge algún problema nos podemos desmoralizar y pensar “esto no es lo mío”.
Y para que esto no nos pase, vamos a explorar un poco el cómo y el porqué de algunas cosas.
Ya sabemos que para hacer jabón casero necesitamos grasas o aceites, agua y sosa cáustica. Sólo con estos tres elementos conseguiremos elaborar jabón, saponificar.
Pero antes necesitamos una fórmula, una receta que esté bien equilibrada y que lleve los ingredientes en su justa medida para conseguir nuestro objetivo, el jabón.
Para ello podemos servirnos de las calculadoras de saponificación que encontraremos en internet, donde solo tenemos que elegir los aceites o grasas y la calculadora nos dará la cantidad de sosa y agua que necesitamos para la receta. Después si queremos podemos añadir aceites esenciales, colores, aditivos, etc. Con un poco de práctica en estas calculadoras obtendremos fórmulas excelentes de jabón para nuestro cuidado e higiene personal.
Vamos pues punto por punto…
1. Saponificación.
Ya hemos elaborado nuestra fórmula de jabón con ayuda de la calculadora y nos ponemos manos a la obra en casa.
Lo tenemos todo dispuesto, pesados los ingredientes y hemos tomado las medidas de seguridad necesarias para manipular la sosa cáustica.
Empezamos pues nuestra mágica mezcla de ingredientes y de repente se produce una reacción química, la saponificación.
La saponificación es una reacción química exotérmica (que produce calor) y se origina cuando mezclamos grasas o aceites y lejía. Y la lejía es la mezcla del agua y el hidróxido de sodio o sosa cáustica.
La palabra saponificación significa “convertir en jabón”, del latín sapo o jabón.
Antiguamente nuestras abuelas hacían jabón batiendo manualmente pero en la actualidad intentamos ser más prácticos y como el tiempo es oro, nos ayudamos de batidoras que facilitan el trabajo para que esa reacción química vaya avanzando hasta conseguir la “traza”.
2. La Traza.
La traza es el rastro, los surcos que va dejando la batidora en la masa de jabón. El jabón se va espesando, se vuelve cremoso hasta conseguir el punto deseado en el que podamos incorporar aditivos para dar color, para dar olor y otros aditivos que hagan del jabón algo especial.
El siguiente punto será volcar la masa de jabón en los moldes que previamente hemos preparado.
Pero muchas veces durante este proceso las cosas no salen como esperábamos y nos desesperamos o nos ponemos nerviosos porque de repente el jabón se ha espesado mucho o al contrario, llevamos bastante rato batiendo y no hay forma de ver ese rastro que indica que vamos por buen camino.
Vamos a ver si podemos desentrañar los “secretos” de la traza en el jabón.
Como hemos dicho, la traza es ese punto de emulsión en que la masa se está convirtiendo en jabón gracias a la reacción química de la saponificación. Cuanto más alta sea la temperatura de la masa, más rápido trazará. Y cuando nuestra masa ha trazado bien, ya no se separará, pero ojo que hay veces en que parece que ha trazado y cuando paramos de batir la mezcla se viene abajo y se separa.
Así que a batir bien.
Pero por qué a veces la traza se acelera tanto que no sabemos ni qué hacer. ¿Por qué sucede?
Puede ser por los ingredientes de la fórmula, los aceites duros o mantecas, éstos consiguen que se forme una traza más rápida pero controlable. Ejemplos de estos aceites son el de almendras, palma o ricino y también la manteca de karité.
También algunos aceites esenciales florales o de especias como el clavo, el azúcar o la miel aceleran la traza pero lo que más suele acelerar la traza son las fragancias o aromas que contienen alcohol.
Y si unimos una alta temperatura de la masa con un ingrediente que contenga alcohol la traza alcanzará tal punto que casi no podremos sacar el jabón del recipiente donde lo estamos haciendo.
Por tanto, si vamos a hacer un jabón con remolinos intentaremos elegir ingredientes que no aceleren la traza ya que necesitamos trabajar con una masa ligera para conseguir estos efectos estéticos tan llamativos.
¿Y si no conseguimos que aparezca la traza?
En el lado contrario está esa traza que no aparece, tenemos el brazo casi muerto de batir y nada, no sale.
El principal motivo suele ser que la sosa no es de la pureza necesaria y no tiene fuerza para que se produzca la reacción química.
El hidróxido de sodio o sosa caustica debe ser de una pureza igual o superior al 98%. Si es menor no nos sirve. Así que ojo y a mirar bien la etiqueta cuando compremos este producto.
Y otro aspecto a tener en cuenta es cerrar bien el envase de la sosa y descartarla si ha pasado mucho tiempo desde la última vez que la usamos ya que pierde fuerza, se evapora y nos encontraremos con el mismo problema, no sirve para saponificar.
Pero tanto si tenemos una masa muy ligera que tarda mucho en trazar porque pueda tener una temperatura baja, exceso de agua, etc. o una masa que ha trazado muy rápido y se ha convertido casi en un mazacote, tranquil@s que terminarán por saponificar y obtendremos jabón, a veces no muy atractivo, pero jabón al fin y al cabo, siempre que la fórmula esté correcta en cuanto a las proporciones de aceites y sosa.
3. Objetivo conseguido: Nuestro Jabón
Es muy placentero observar la masa ya trazada, con o sin aditivos y dispuesta para enmoldar; ya tenemos jabón!!
El proceso de saponificación suele tardar 1 o 2 días en completarse y este es el tiempo que debemos dejarlo en el molde.
Una vez que comprobamos que está lo suficientemente duro lo sacamos del molde y si hicimos una barra la cortamos en pastillas y las dejamos secar y curar al menos 4 semanas al aire y ya estará listo para usar.
En este tiempo de curación se evaporará el agua y desaparecerá la sosa como tal dando paso a jabón y glicerina, todo en uno.
4. Ceniza en la superficie.
Una vez que tenemos los jabones descansando para curarse, nos puede la impaciencia y el deseo de probarlos cuanto antes y casi los miramos todos los días a ver como van. Pero un buen día descubrimos una fea capa blanquecina sobre la superficie, es la odiosa “ceniza del jabón”, el carbonato de sodio.
Esto no supone que el jabón esté estropeado, que nos vaya a dar reacción, picor, etc., es más un asunto estético o mejor dicho, antiestético pero no altera sus bondades.
¿Y por qué se produce esto? Pues los entendidos jaboneros aducen varias causas.
- Una de ellas es usar agua del grifo, parece ser que esto aumenta la posibilidad de que salga esa capa blanquecina por encima.
- También se recomienda disminuir la cantidad de agua de la fórmula reduciendo incluso hasta menos del 30%.
Esto tiene un inconveniente, que a menor cantidad de agua trazará antes la masa y si además contiene aceites duros aún será más rápido el proceso por lo que sería conveniente poner en la fórmula aceites como el de oliva que proporcionen trazas más lentas. - Y por último hay que tener en cuenta la temperatura ambiente, no es lo mismo elaborar jabones en ambientes con un alto índice de humedad que en climas secos. La humedad ambiental es otro factor que puede propiciar la aparición de la ceniza.
Y si después de estas precauciones nuestro maravilloso jabón presenta esa capa blanquecina no os apuréis, podemos pulirlo con un estropajo, rasparlo con un cuchillo, cortarle la parte fea o simplemente dejarla para que se vea que es un producto natural, con sus imperfecciones estéticas, pero una maravilla para nuestro cuerpo.
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